[P.E.R.R.O.S.] [Capítulo 1: El nuevo]



—Usted es nuevo ¿No? ¿Dónde enseñó antes?

—En ningún lado, yo era ingeniero de minas.

—Entiendo, eso lo explica. Verá, nuestra metodología no es autoritaria, no deseamos que el educando vea el asistir a clases como una obligación, sino como una responsabilidad, en él recae la decisión de ir o no, y las consecuencias que eso conlleve.

—Ya hace dos semanas que sólo tengo salones vacíos.

—Comprenderá que Física y Razonamiento Matemático no son materias muy populares.

—¿Y piensa pagarme por no hacer nada?

—Le pagaremos por su tiempo, señor… ¿Cuál es su nombre?

—Yawarwanka, Aurelio Yawarwanka.

—Sí, valoramos su esfuerzo y agradecemos su presencia en nuestra institución. Ahora, por favor, tengo asuntos que atender. Si tiene otra consulta, hable primero con el señor Jacobo.

—Es que yo…

—Hasta luego, profesor Yawarmanta.

No podías acceder a un puesto en el gobierno y a la mañana siguiente aparecer con un auto último modelo. Aunque la corrupción fuera la única ley, había que mantener una imagen respetable, al menos para que las corporaciones extranjeras no tuvieran miedo de invertir en el país. Entonces al Presidente Elías Von Haussen se le ocurrió una ingeniosa idea para robar y al mismo tiempo hacer obra: las escuelas, las liberó por completo de tributos y facilitó su creación por parte de cualquier entidad privada. Básicamente, si tenías dinero, espacio y profesores, tenías tu propio colegio privado. Así fue que de repente una oleada de políticos, militares y empresarios de dudosa reputación de pronto se vieron interesados por llevar educación a las zonas más pobres.

"Es por los niños, que son el futuro de nuestra nación" decían mientras se fotografiaban poniendo la primera piedra. Luego nunca los veías. Le daban el control de la escuela a cualquier egresado de administración y ellos solo se dedicaban a lavar su dinero. Y todos contentos.

Pero el caso de San Martin de Porres era algo distinto, el dinero usado para su construcción no provenía del narcotráfico o las malas mañas de algún político, era el resultado de una operación secreta del Servicio de Inteligencia para venderles armamento de guerra a cuatro organizaciones terroristas de Europa del Este y dos de Oceanía. No podía ser solo una escuelucha, de esas en las que apenas cabían doscientos alumnos y luego se caían a pedazos, tenía que ser un súper complejo, al menos en los planos.

Y lo era: la SMP era el único colegio en Capital Norte que tenía piscina, teatro, cancha de fútbol, sala de proyecciones... todo a medio construir. Pero igual ya aceptaban niños. Cabían alrededor de setecientos. Y esa fue la cantidad de matriculados el primer año. El diez por ciento no salió vivo del primer día y la mitad no llegó a ver diciembre. Desde entonces el número se mantuvo siempre bajo los cuatrocientos.

Así eran las cosas en Capital Norte. Los colegios estatales no tenían por qué soportar delincuentes juveniles a los que en verdad les importaba muy poco su educación, los expulsaban apenas cometieran una falta grave. Los colegios particulares, en cambio, cobraban para soportar lo que sea. Lo que sea.

Aurelio supo que algo no andaba muy bien con ese lugar cuando el primer día vio a un niño de unos doce años, desnudo, en medio del patio principal, siendo masacrado por una horda de salvajes uniformados de azul marino. Le sorprendió que sus colegas profesores que veían tal espectáculo junto a él no hicieran nada al respecto, salvo apostar cuanto tiempo duraría en pie la joven víctima.

Luego le dijeron que se calmara, con palmadas en la espalda, que eso era normal, que le hacían un favor al mundo al matarse entre ellos, que ya se acostumbraría. Y no, todavía no podía acostumbrarse a esos rituales primitivos (y eso que sabía mucho de rituales primitivos).

"Vlac Vultur".

"Sky Kingdom"

Donde sea que hubiera violencia escuchaba esos nombres.

Se puso en pie.

Tal vez sí sería bueno darle una visita al señor Jacobo, sabía muchas cosas, era el Jefe de Normas, aunque casi nunca ostentaba ese cargo. Se pasaba el día tomando alcohol en la soledad de su oscura oficina.

—Espere, profesor. Si de verdad quiere hacerse cargo de alguien, creo que hay un alumno que podría necesitar su atención.


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