McDonald's y los límites de la obediencia [Historia Real]


Ocurrió en abril del año 2004, un viernes por la noche en un McDonald's de la ciudad de Mount Washington, Kentucky. Las cosas parecían ir como siempre cuando Donna Jean Summers, la gerente del lugar, recibió la llamada de un tal "Oficial Scott" quien le advirtió de la posibilidad de que entre sus trabajadores se encontrara una delincuente acusada de robo, y pasó a describirle a una mujer blanca, delgada y con el cabello oscuro. Una descripción tan aleatoria que podría haber encajado con cualquiera, pero que a Summers le pareció ir perfectamente con Louise Ogborn, una joven de apenas 18 años recién cumplidos que trabajaba atendiendo una de las cajas.

Scott supo entonces que habían mordido el anzuelo y con su voz más autoritaria le ordenó a Summers que llevara a la cajera a una de las oficinas y la despojara de todo, incluso de su ropa, y la retuviera ahí hasta que "hubiera un policía disponible para atender el caso".


Lo curioso es que la estación de policía más cercana solo estaba a unos kilómetros de distancia y... no es que tuvieran mucho trabajo en una ciudad tan pequeña. Pero a Summers nunca se le ocurrió pensar en eso, tampoco se le ocurrió llamar a los padres de Louise y explicarles la situación, mucho menos se preguntó por qué demonios tenía que quitarle también la ropa interior. Solo obedeció.

Con los demás empleados pasaba lo mismo. Sabían que su compañera se encontraba encerrada, muerta de miedo, llorando y cubierta solo por un mugroso delantal de cocina, y nadie hizo nada al respecto.

El "oficial Scott" había tenido la suerte de llamar al McDonald's con la mayor cantidad de idiotas por metro cuadrado.

Pasó una hora y Summers tuvo que dejar la vigilancia en manos de Walter Nix, su esposo, conocido "alcohólico social" y poseedor de un nivel de inteligencia mucho más dudoso que el de ella. Y aquí es cuando la voz al otro lado del teléfono aprovechó para desatarse completamente.


Hizo que Walter le pasara la llamada Louise y le dijo "Si quieres seguir teniendo este trabajo, debes colaborar". A partir de ahí obliga a la joven, ya sin cubrirse, a saltar, trotar, hacer lagartijas, como en una perturbada clase de gimnasia. Esto, según dice el "policía", es para comprobar si tiene algo escondido en sus partes privadas.

Pero poco a poco las ordenes van perdiendo cualquier rastro de racionalidad, llegando a hacer que Louise baile, que revise su vagina con los dedos, que se siente sobre las piernas del viejo, hasta que ella se niega a continuar. Es cuando la voz le ordena a Walter que le de unas nalgadas "para imponer respeto". Y él lo hace.


¿Qué tan destrozada emocionalmente debió estar Louise para aceptar hacerle sexo oral a Walter? Supongo que mucho. Habían sido más de dos horas y media de humillaciones en las que vio a su jefa entrar y salir de la oficina haciendo caso omiso a sus pedidos de auxilio. En su mente no quedaba ninguna otra esperanza más que seguir obedeciendo.

Y al terminar, Walter tomó sus cosas y se largó sin decir nada.

Estando cortos de personal a esa hora, y todavía esperando a que llegara la policía, Summers le pidió al señor de mantenimiento que se encargara de vigilar a la joven. Es este amigo el primer ser pensante que tomó el teléfono esa noche. Apenas la voz le pidió que le revisara las cavidades a la joven, él cortó la llamada y le avisó a su jefa que algo raro estaba pasando.

Y aquí es cuando el show termina.

La policía al fin llegó, pero no para arrestar a Louise, sino para liberarla.

Y hasta el día de hoy nadie puede decir con seguridad quien hizo esa y todas las llamadas similares que se realizaron a lo largo del país en un lapso de diez años. El único que pagó con cárcel fue Walter Nix, por abuso sexual. McDonald's solo tuvo que soltar algo de billete para la víctima y listo, asunto arreglado.

Summers, pese a su importante contribución en la degradación de Louise Ogborn, salió libre y sin cargos, e incluso consiguió que McDonald's le pagara una indemnización a ella también, como si hubiese sido otra víctima, cuando en numerosas entrevistas ha demostrado que en realidad no se siente muy culpable por lo que hizo, escudándose siempre detrás de un "Yo solo seguía órdenes".


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