Julieta debe Morir 3: Escape y Castigo

[Anteriormente, Capítulo 2: Tu reflejo]


-Estamos reunidos en esta noche para decirle adiós a... -el cura revisó la hoja encima de su púlpito- Lin, si, Lin, su ausencia nos ha recordado la...

Y nuevamente el señor Han volvió a golpear su frente con la palma de su mano. "¿Por qué carajos teníamos que traer a un cura? ¿Por qué no sólo quemamos el cuerpo y seguimos con nuestras vidas?" La respuesta en ambos casos era la misma: su esposa. Ni bien se enteró de lo ocurrido le arrancó la chequera y fue a hacer los preparativos para un velorio al estilo Hollywood y a buscar un diseñador parisino que le haga un atuendo de acuerdo a la ocasión, todo para que sus amigas del club pudieran verla sufriendo de la manera más ostentosa y fashion posible. "Maldita drama queen".

-¿En qué piensas, amor? -le dijo ella, recostándose sobre su hombro.

-Nada, cariño, nada.

Miró por encima de su cabeza y vio al resto de invitados. El 90% debían ser también amigos de su mujer, su maestro de yoga, su estilista, su entrenador de tenis... Angélica, Angélica, sin duda le abrió muchas puertas en la aristocracia limeña, entre sus cócteles y sus aburridas exposiciones de arte era capaz de conseguirle citas de negocios con empresarios que antes ni le atendían las llamadas, y por eso la quería, y la quería de verdad, pero en serio que ya empezaba a hartarse de su obsesión por las apariencias.

La rodeó con su brazo derecho. "Apenas case a Yu con Wan te voy a lanzar de un puente".

El cura siguió diciendo su discurso aleatorio. Dos señoritas de negro iban acomodando a los recién llegados. Y detrás de ellas vio a su asistente hacerle señales de ahogado. Miró su celular.

El líder de La Gran Familia se encontraba en la puerta y deseaba verlo.

Y sin darse cuenta, por primera vez desde la muerte de Lin, una sonrisa se dibujó en su rostro.

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-El viejo me va a matar, el viejo me va a matar...

Eka apretaba con desesperación sus casi transparentes dedos sobre el volante.

- Ya cálmate, vas a llegar a tiempo.

A la policía le importaba una mierda una pelea en un bar, eran los chinos la razón por la que tomaron la ruta más larga y menos poblada, esos malditos atacaban como pirañas, saltaban de la nada y sin darte cuenta ya te habían sacado la carne de los huesos.

-Frena en la esquina.

Romina giró hacia el diminuto ser que se acurrucaba en el asiento trasero del auto.

-Tú te bajas aquí.

Yu le devolvió una mirada aterrada.

-¿Ah? Me están persiguiendo...

-Y ese no es mi problema. Querías que te ayudara en el baño y lo hice. Ya está. Acabo de arriesgar mi vida por una completa desconocida. No puedes pedirme más que eso.

Ekaterina agudizó la vista. Podía contar tres cuerpos regados al otro lado de la vereda.

-Oye Romi, este lugar es horrendo, tal vez si la llevamos a otro sitio...

-¡No!

Salió del auto y a jalones despegó a Yu Li de su asiento. La dejó ahí tendida en el piso, bajo la única farola que alumbraba esa calle.

-Arranca.

Eka no reaccionó.

No quería reaccionar.

El negocio principal del Clan Rojo era el tráfico de esclavos. Iban por las zonas pobres de Asia fingiendo ser una agencia de empleos canadiense, "vas a ser mesero de Starbucks" les decían a los incautos, "vas a ganar miles de dólares para tu familia". En seguida los traían a Perú con el cuento de que "solo es una escala antes de partir a Norteamérica". Al final se quedaban a trapear pisos en el barrio chino por un tercio del sueldo mínimo. Les quitaban sus documentos, por si querían huir, y si igual lo intentaban, pues les quitaban un pie, luego el otro, después los ojos, pero nunca las manos, esas las necesitaban para trabajar.

-¿Qué esperas? Arranca de una vez.

-Yo nunca seré libre -al fin respondió-, eso ya lo acepté. Ella... Ella es demasiado joven para aceptarlo. No la dejes sola.

Romina miró por el espejo retrovisor. Yu seguía en el piso.

-Mierda.

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¡Tay, hermano! -abrió los brazos y se dirigió a él- Lamento mucho tu pérdida. Créeme que de haber sabido que tu hija trabaja cerca de mi zona, yo mismo le hubiera puesto un par de guardias en la puerta.

¿Cuánto cinismo podía caber dentro de una misma persona?

-Toma asiento, taita ¿Quieres que te pida un café?

-No, no te preocupes, amigo...

"Amigo". En serio le sorprendía esa capacidad para el cinismo, él nunca había podido mentir con tanto descaro, no estaba a ese nivel.

Sacó un puro de su escritorio. No le ofreció ninguno al visitante.

-No te hagas el pendejo, Taita, tú sabías bien lo de Lin. Y no estaba "cerca a" tu territorio ¡Es tu territorio! Y debes hacerte responsable por él.

-Tay, por favor, tu familia y la mía llevan años trabajando en paz en esta ciudad. Y te puedo garantizar que ni yo ni ninguno de mis hombres sería capaz de poner en riesgo nuestra amistad.

Tocaron la puerta.

-Pasa.

-Señor Han, disculpe, Jin acaba de mandar un mensaje, dice que encontró a su hija en un bar de La Gran Familia, pero fue atacado por una joven indígena con cara de hombre y una flaca pelirroja de dos metros que hablaba como rusa. Pide refuerzos para perseguirlas y un cirujano para su cara.

Ambos líderes se quedaron mirándose un momento.

-Por cierto Taita, ¿Cómo está tu mujer? La flaca pelirroja de dos metros...

-Debe ser un malentendido...

Han apagó el puro en su mano izquierda. Ni una mueca de dolor.

-Voy a destruir cada negocio que protejas, voy a matar a cada miembro de tu familia, y cuando ya no te quede nada, voy a matarte a ti. Puedes irte, anciano.


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