Como vimos en el capítulo anterior, Anne ha dejado la escuela y ahora está más loca que nunca. Sí, más que nunca, sumergida todo el día en sus alucinaciones y hablándole a un reloj al que le pone el nombre de Katie. Es tal su abstracción de la realidad que un día deja el fuego encendido en la cocina y casi incendia la casa. Harta de esto, Marilla se pone firme una vez más y obliga a la pequeña pelirroja a volver a clases.
Pero obviamente nuestra protagonista no iba a ceder tan fácilmente y durante los siguientes días solo simula ir a la escuela para en verdad esconderse en el bosque y leer junto a los árboles. El plan iba bien hasta que Diana y Ruby llegan a su casa para devolverle sus útiles. Descubierta su mentira, Anne es llevada ante ministro de la iglesia para que la reprenda y le ayude a enderezar su futuro. Este le dice que si no quiere ser educada en un aula, está bien, entonces que aprenda a ser una ama de casa.
Llegada la noche, un incendio devora la casa de Ruby, todos acuden a ayudar y Anne, en otra gran muestra de locura y genialidad, sin miedo alguno entra a la vivienda y cierra todas las puertas y ventanas para sofocar el fuego. Un acto de valentía que le acarrea muchos elogios, pero que no puede conseguirle la simpatía de Ruby, quien a regañadientes acepta alojarse con los Cuthbert mientras reparan su casa.
Contra todo pronóstico, las locuras de Anne ayudan a Ruby a tranquilizarse y poco a poco se va ganando su amistad. Más tarde ambas acuden a la casa en construcción para llevarles alimentos a los trabajadores y Anne tiene la oportunidad de enfrentarse a Billy nuevamente, esta vez dejándolo en ridículo frente a todos al responder sus insultos a viva voz. Y al terminar la semana, nuestra heroína está lista para volver a clases.
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