Las Chicas del Cable, Capítulo 34: El Odio [Resumen]

Ok, en el capítulo anterior vimos que a James el fotógrafo le robaron su cámara, y ahora nos enteramos que no fue un robo común y corriente, él había fotografiado a un agente del bando sublevado que se había infiltrado entre los republicanos, y ese espía es nada más y nada menos que... Carlos. Sí, en serio, parece que lo dejó Lidia y él decidió convertirse en militar y super espía para ahogar las penas. La cuestión es que James no llega a publicar las fotos porque es detenido por los hombres del Coronel Carlos y llevado a un calabozo clandestino para sacarle la ubicación de los negativos a golpes.

Las chicas del cable se enteran de lo ocurrido y van a pedirle ayuda a Cuevas, quien por alguna razón sigue siendo policía, aunque ayudó a una mujer acusada de homicidio a fugarse de la cárcel y en el camino abrió fuego contra el alcaide y los guardias de seguridad. ¿Cómo demonios le devolvieron el trabajo después de eso? ¿O por qué siquiera está libre? No hay mayor explicación. Lo importante es que Cuevas está dispuesto a todo con tal de ayudar a la hija de Ángeles.

Y así da inicio a un nuevo plan.

Cuevas acude al calabozo clandestino y con la ayuda de unos documentos falsos logra hablar con James y preguntarle donde están los negativos. Mientras, Lidia distrae a Carlos llevándolo a la ex compañía telefónica para hacer una llamada a Estados Unidos y supuestamente permitirle hablar con su hija. Lidia habla con Francisco, le pide que le pase el teléfono a Eva y cuando ya está por dejar hablar a Carlos... Llega Cuevas con la evidencia de que él es un espía.

Aceptando su derrota, Carlos se comunica con el campamento en el frente de batalla y le permite a Lidia hablar con Sofía para convencerla de que regrese. Pero es entonces que comienzan a oírse disparos y la llamada se interrumpe. Lidia amenaza a su ex novio con mandarlo a fusilar si no hace nada y él acepta llevarla al lugar de los hechos para averiguar qué es lo que pasó con su hijastra.

POR OTRO LADO, Pablo acude a un médico para tratar de que lo declaren incapacitado para ir a la guerra, pero este solo acepta si él reparte cartillas falsas de racionamiento para que al bando republicano se le acabe más rápido la comida y así la lucha termine pronto. Pablo se da cuenta de que mucha gente más va a sufrir si él accede a tal acuerdo y decide quemar las cartillas y aceptar su destino en el frente de batalla.