Como vimos en el capítulo anterior, Kai y sus secuaces acabaron con la vida de una periodista en plena grabación de un reportaje, pero como el director del noticiario se niega a hacer público dicho video, deciden ir a matarlo a él también y filmarlo ellos mismos, para así seguir esparciendo el pánico entre la población. A la casa del director acuden todos los miembros de la secta, incluso Ivy (máscara de elefante, imagen arriba), quien dice haberse unido porque odia en lo que su país se ha convertido y porque en cierta forma piensa que su esposa también tuvo la culpa de que Trump ganara las elecciones (lo que explica por qué los payasos se esfuerzan tanto en atormentar a Ally), pero no soporta ver la masacre y se oculta en el baño.
Al ver esa muestra de debilidad, Kai obliga a Ivy a matar a uno de los miembros del culto para así demostrar su compromiso. Por otro lado, Ally, que ahora vive sola y apartada de su hijo por orden judicial, de pronto recibe la inesperada visita de Meadow, quien a gritos trata de contarle sobre el culto las personas involucradas, pero es secuestrada nuevamente.
Y para terminar, retrocedemos dos años al pasado para ver el infierno que vivía junto a su padre abusivo, hasta que su madre le pegó un tiro y luego se suicidó. Sin saber qué hacer llamó a su hermano mayor (quien resulta ser el Doctor Rudy, el psiquiatra de Ally) y este lo convenció de esconder los dos cadáveres en una habitación y hacer como si nada hubiera pasado, para así seguir cobrando la pensión que recibían por la discapacidad de su padre. Desde aquel día, de vez en cuando sube a ese cuarto para hablar con su madre y prometerle que algún día será alguien importante.
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